lunes, 24 de agosto de 2009

LA VERDADERA HISTORIA DE MI VIDA

EL TRUENO AZUL

Os voy a contar una historia que sucedió hace 20 años. Había un joven que vivía en una urbanización de Canet, era feliz, disfrutaba saliendo a pasear todas las tardes con su bici. ¡Y qué bici! Era una Torrot roja del 85, de lo mejorcito de la época. Con sus frenos de zapata, su sillín ajustable, su manillar reluciente, sus bolitas de colores en los radios, sus intermitentes en el manillar, sus cuchillos pegados con celo en las ruedas y a pesar de lo que digan las malas lenguas no llevaba flecos. En fin, era toda su ilusión.



Hasta que un día... salió a pasear como cada tarde con su bici y cuando ya estaba anocheciendo de repente se empezó a ennegrecer el cielo, a soplar un fuerte viento y a oírse unos truenos en la lejanía. Comenzó a llover violentamente, el joven dejó su bici junto a la piscina de la urbanización y salió corriendo a refugiarse en su casa.

Ya era tarde, y no cesaba de llover así que el joven se fue a la cama pensando que no pasaría nada por que se mojara un poco su bici durante la noche. A medida que la noche iba transcurriendo, cada vez se oían más truenos y el joven veía a través de su ventana los destellos de los relámpagos aclarando la oscuridad de la noche cual si fuera pleno día.

No podía dormir, cuando conseguía conciliar el sueño al momento lo despertaba un trueno, hasta que se oyó un trueno... Un trueno como nunca lo había oído aquel joven. Un trueno que hizo retumbar cristales y ventanas. Había caído un relámpago y no muy lejos de allí.




A la mañana siguiente el joven se despertó, había pasado muy mala noche con toda aquella tormenta. Pero la mañana había traído consigo la calma. Tras levantarse salió corriendo con la esperanza de volver a coger su bici.

Y ocurrió la tragedia... no le habían robado la bici (hubiera sido mejor, así alguien podría haber disfrutado de aquella maravilla de dos ruedas) Lo que aquél joven encontró fue dantesco. Sí, estaba su bici, o más bien lo que quedaba de ella. El joven no lo podía creer. Su bici estaba chamuscada, y partida en dos. Aquél último relámpago había caído sobre su preciada bici y había acabado con sus sueños.


No se podía hacer nada por ella. Las bolitas de los radios estaban quemadas y sus colores se habían apagado para siempre. El manillar ya no brillaba como antaño. Los intermitentes se habían iluminado por última vez. El sillín ya no volvería a ajustarse a su altura. Los cuchillos de las ruedas se habían despegado y ya no impondrían respeto a otras bicis. Y los frenos de zapata no habían podido frenar aquélla catástrofe.

El corazón de aquel joven estaba partido en dos, al igual que su bici. Y ese joven ya no volvería a ser el mismo, aquella noche acabó con su infancia. Y aquel joven era yo...

Pasaron los años, Y aunque intenté compensar mi pérdida comprándome otras bicis, ninguna se pudo comparar a aquella Torrot del 85. Así que decidí no volver a tener ninguna otra bici.

Todo está oscuro, oscuro como aquella terrible noche, puede que aquel trueno acabara con lo poco que quedaba de mi cordura. Y pasaré los años que me quedan arrepintiéndome de no haberme mojado para salvar mi infancia. Amigos, si apreciáis algo, no dejéis que se moje.